miércoles, 28 de marzo de 2012

Nuestra llegada al mundo




Todos nosotros, como bebés, hemos sido la consecuencia de la relación entre dos seres humanos de distinto sexo, nuestros padres.

Ya fuese una relación afortunada o desafortunada, lo cierto es que en el momento de nuestra concepción, la vida, comenzó a tomar forma en el interior del útero de nuestra madre.- Se fue abriendo camino y desarrollando, incorporando en su crecimiento todos los elementos nutritivos que el entorno uterino le aportaba.

Es por esto que todo bebé, no sólo es producto de la carga genética aportada en esa relación puntual por cada uno de nuestros progenitores biológicos, sino de la interrelación entre esa carga genética (genotípo) y el aporte del entorno que le rodea, dando lugar a lo que finamente somos (el fenotipo).- Ese entorno uterino se encargó de aportar nutrientes, cuya calidad dependió de la calidad de los alimentos comidos por nuestra madre.- Pero como dice la enseñanza: “no sólo de pan vive el hombre”, nosotros diremos: “no sólo de nutrientes se forma un bebé”.- Por supuesto que es fundamental un buén aporte nutricional durante la gestación para consolidar una óptima estructura física, pero no menos importantes son la influencia de las sustancias químicas producidas por el cuerpo de nuestra madre, según su estado mental y emocional durante todo el embarazo.
Por todo ello no podemos desligar la buena formación y el bienestar fetal del futuro bebé, de las situaciones, no sólo nutricionales, sino también psicoemocionales que vive la madre.
                                                                                                
También es fundamental, como no podía ser menos, la actitud del padre ante su futuro hijo, pues juega un papel determinante en ese bienestar o malestar materno del que hablábamos.- Si está presente o ausente, si aporta seguridad al entorno o no, si es consciente o no de su responsabilidad para con la nueva vida que ha contribuido a gestar, sus miedos o alegrías, sus expectativas, etc.- Todo esto, creámoslo o no, tiene una carga emocional y vibracional, pues a la postre todo es energía, que es captada por el bebé que se está formando y creciendo en el vientre de la madre, donde no solo crece su cuerpo, sino también su psique y la impronta que le indica si el entorno en el que se está formando y le acogerá, es hostil o no.
Muchas de las “enfermedades”, bloqueos, maneras de enfrentarnos al mundo y formas de afrontar situaciones, se han gestado en ese periodo “mágico” de nuestra historia personal, que va desde la concepción al parto.- Incluso el propio parto, como es vivido por los padres ( fundamentalmente la madre) y por el bebé ( como es el expulsivo, y el entorno en el que este tiene lugar), va a dejar su huella en el despliegue de la futura vida de  la persona.- En el caso concreto del bebé, su sistema corporal se enfrenta a situaciones que pueden ser traumáticas y que conllevan un estrés orgánico, dando lugar a tensiones y restricciones en los tejidos que van a tener consecuencias más allá del propio nacimiento, a lo largo del despliegue y crecimiento del cuerpo de la persona; como por ejemplo: la interrupción de la vinculación entre bebé y madre inmediatamente después del parto, la inducción acelerada del parto por medios químicos artificiales (sueros con Oxitocina), vuelta de cordón umbilical en el cuello del bebé, que éste puede experimentar en el futuro como situaciones que le agobian y le asfixian en la vida, o tracciones mecánicas como los fórceps o la ventosa de succión, que estresan los tejidos durales que envuelven y protegen el Sistema Nervioso Central.
Desde que somos concebidos, entramos en relación; en relación con la vida en un plano material, en relación con nuestros progenitores, a los que un día llamaremos y concebiremos como padres ( aunque a veces éstos no coincidan con aquellos), en relación con el mundo que se abre ante nuestros  sentidos
Este entrar en relación con…, e interactuar con el entorno, va escribiendo desde el primer momento nuestra historia personal, historia de vida que va quedando grabada en los tejidos de nuestro cuerpo en formación y en lo más profundo de nuestro ser, configurando además las bases psíquicas que determinarán nuestra futura personalidad.
Por tanto cuerpo y mente están íntimamente relacionados desde el inicio de su formación, y en ambos se archiva la información de nuestra historia personal.
En esa interrelación con el entorno intra y extra uterino que establecemos desde el comienzo de nuestra vida, y que como hemos dicho va a conformar nuestra historia personal, no todo es perfectamente integrado, aunque si incorporado a nuestro ser en formación.- Va a haber elementos químicos, “energías parásitas” o emociones insanas ( lo que llamamos noxas ), que no integremos convenientemente o que directamente nos ocasionen algún tipo de daño, ante el cual se producirá una reacción de contracción defensiva tisular o de miedo, lo que originará en nuestra estructura en formación (tanto física como psíquica), alteraciones y/o bloqueos más o menos importantes que se podrán poner de manifiesto nada más nacer o en un futuro, a lo largo del desarrollo de nuestra vida.
El Ser que se encarna, es de procedencia espiritual (todos nosotros somos seres espirituales encarnados, lo que en Biodinámica se conoce como la encarnación del aliento de vida), es pura energía de amor.- Es por esto que se puede encarnar y tomar forma físicamente.- Si no fuese pura energía de amor, nada podría ser creado, concretizado, materializado, pues es intrínseco a esta energía espiritual de amor  el unir, nutrir y crear.- Por tanto ese ser espiritual de puro amor, que encarna, que toma forma, necesita del entorno adecuado para el despliegue y expresión de todo su potencial.
Todo Recién Nacido, despierta en quién lo contempla un sentimiento de ternura, porque al contemplarlo resuena en nuestro interior ese amor que en su día se desplegó y nos formó a nosotros.

Pero no siempre el entorno en el que nos encarnamos, con el que entramos en relación, es el más deseable para que esta energía de amor se despliegue.- La situación vital de nuestra madre va a ser determinante, y muchas veces esa energía de amor de nuestro ser, entra en conflicto con el entorno adverso con el que se encuentra y no es capaz de expresar convenientemente todo el potencial que trae.- El bebé que se forma  como resultado de la encarnación de la energía de amor, al entrar en conflicto con un entorno más o menos “hostil”, comienza a incorporar en su historia vital, las semillas de alteraciones que se pondrán de manifiesto en el futuro, incluso en su etapa adulta.
Es aquí donde entra en juego el enfoque que aporta la Terapia Craneosacral Biodinámica, como terapia respetuosa, no invasiva, que con un contacto manual suave, establece un entorno adecuado de espacio-contención, para que tanto el bebé, nacido o no, y su madre, entren en relación con los episodios conflictivos de sus historia vital, integrándolos en un entorno de sanación, que crea el terapeuta y que resuena con el aliento de vida, la energía de amor que un día se encarnó y que todos llevamos en lo más profundo de nuestro corazón.
Al crear este espacio de silencio y quietud ( del que todos procedemos), permitimos un entorno sanador, porque los conflictos y bloqueos pueden ser convenientemente expresados, tenidos en cuenta e integrados.- Así, los tejidos se relajan, dejan de tener tensión, los miedos se disipan y la energía vital fluye en el continuo movimiento que da  vida, permitiendo que se desplieguen todas las potencialidades del Ser, expresando su alegría y felicidad creativa innatas, como manifestación de la salud que todos llevamos dentro.- La Terapia Craneosacral Biodinámica, crea por tanto el entorno terapéutico adecuado para que la sanación se dé.- Sanación que procede de la integración de los elementos distorsionantes acaecidos en la formación de nuestra historia vital, historia que para ser sanada, siempre necesita ser escuchada, para permitir su expresión e integración y que no quede relegada al abismo de la sombra de la inconsciencia.
En un bebé aún no hay palabras con las que poder expresar su malestar, pero así y todo, no las necesita, pues su cuerpo,  mediante un lenguaje no verbal, es capaz de manifestar su           
incomodidad, de múltiples maneras:
- Intolerancias nutricionales.
- Rechazo del alimento.
- Cólico del lactante.
- Alergias.
- Asma.
- Trastornos del sueño.
- Miedo a la oscuridad.
- Llanto incontrolable.
- Intolerancia a los ruidos.
- Estreñimiento.
- Alteraciones en el desarrollo psicomotor.
- Retraso en el caminar.
- Dificultad en el desarrollo del leguaje verbal, etc., etc.
Por tanto el entorno terapéutico creado por nuestra presencia sin juicio y la escucha atenta de nuestras manos, harán entrar en resonancia la energía amorosa del espíritu encarnado en el bebé, con el principio armonizador creado por ese entorno, integrando y/o deshaciendo bloqueos, como desaparece la oscuridad en presencia de la Luz.- Pues al fin y al cabo como seres espirituales, somos seres de luz, encarnados en un mundo denso de oscuridad, para elevar su nivel de vibración.